“La única persona que
no se equivoca es el que nunca hace nada”
“La
importancia del acto de leer”
Lectura: "La importancia del
acto de leer". En: Freire, Paulo (1991). La importancia de leer y el proceso de
liberación. México, D. F.: Siglo XXI Editores.
“la
lectura del mundo precede siempre a la lectura de la palabra y la lectura de
ésta implica la continuidad de la lectura de aquél.” Freire recuerda a
lo largo de su vida como nació este hábito en él, su medio, sus padres, su
talento , fueron determinantes para que hoy sea un máximo ponente de la educación
y haga un análisis en nuestro contexto incluso menciona la situación de los
analfabetos. Resalta la importancia de su mundo al final Freire concluye:
“estas reflexiones en torno a la
importancia del acto de leer, que implica siempre percepción crítica,
interpretación y “reescritura” de lo leído, quiero decir que, después de
vacilar un poco, resolví adoptar el procedimiento que he utilizado en el
tratamiento del tema, en consonancia con mi forma de ser y con lo que puedo
hacer.
Leamos un fragmento de su pensamiento acerca de este importante tema:
Lenguaje y realidad se vinculan
dinámicamente. La vuelta a la infancia distante, buscando la comprensión de mi
acto de “leer” el mundo particular en que me movía –y hasta donde no me está
traicionando la memoria– me es absolutamente significativa. En este esfuerzo al
que me voy entregando, re-creo y re-vivo, en el texto que escribo, la
experiencia en el momento en que aún no leía la palabra.la amplia quinta donde
se hallaba, todo eso fue mi primer mundo
Los
“textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto se encarnaban en el
canto de los pájaros. La relación entre esos colores, el desarrollo del fruto,
su resistencia a nuestra manipulación y su sabor. Fue en esa época,
posiblemente, que yo, haciendo y viendo hacer, aprendí la significación del
acto de palpar.
De
aquel contexto –el de mi mundo inmediato– formaba parte, por otro lado, el
universo del lenguaje de los mayores, expresando sus creencias, sus gustos, sus
recelos, sus valores. Todo eso ligado a contextos más amplios que el de mi
mundo inmediato y cuya existencia yo no podía ni siquiera sospechar.
En cierto
momento de esa rica experiencia de comprensión de mi mundo inmediato, sin que
esa comprensión significara animadversión por lo que tenía de encantadoramente
misterioso, que comencé a ser introducido en la lectura de la palabra. El desciframiento de la palabra fluía
naturalmente de la “lectura” del mundo particular. No era algo que se estuviera
dando supuesto a él. Fui alfabetizado en el suelo de la quinta de mi casa, a la
sombra de los mangos, con palabras de mi mundo y no del mundo mayor de mis
padres. El suelo fue mi pizarrón y las ramitas fueron mis gis.
Continuando en ese
esfuerzo de “releer” momentos fundamentales de experiencias de mi infancia, de
mi adolescencia, de mi juventud, en que la comprensión crítica de la
importancia del acto de leer se fue constituyendo en mí a través de su
práctica, retomo el tiempo en que, como alumno del llamado curso secundario, me
ejercité en la percepción crítica de los textos que leía en clase, con la
colaboración, que hasta hoy recuerdo, de mi entonces profesor de lengua
portuguesa.
Eran momentos en que los textos se ofrecían a nuestra búsqueda inquieta,
Eran momentos en que los textos se ofrecían a nuestra búsqueda inquieta,
Creo que mucho de nuestra insistencia,
en cuantos profesores y profesoras, en que los
estudiantes “lean”,
Textos
que yo llevaba de mi casa y que iba leyendo con los estudiantes, subrayando
aspectos de su sintaxis estrechamiento ligados, con el buen gusto de su
lenguaje.
Es
como si estuviera haciendo la “arqueología” de mi comprensión del complejo acto
de leer, a lo largo de mi experiencia existencial. De ahí que haya hablado de
momentos de mi infancia, de mi adolescencia, de los comienzos de mi juventud, y
termine ahora reviviendo, en rasgos generales, algunos de los aspectos
centrales de la proposición que hice hace algunos años en el campo de la
alfabetización de adultos.
Enseñanza en cuyo proceso el alfabetizador
iría “llenando” con sus palabras las cabezas supuestamente “vacías” de los
alfabetizandos.
Como yo, el analfabeto es capaz de
sentir la pluma, de percibir la pluma, de decir la pluma. Yo, sin embargo, soy
capaz de no sólo sentir la pluma, sino además de escribir ‘pluma’ y, en
consecuencia, leer “pluma”. La alfabetización es la creación o el montaje de la
expresión escrita de la expresión oral. Ese montaje no lo puede hacer el
educador para los educandos, o sobre ellos. Ahí tiene él un momento de su tarea
creadora.
Me refiero a que la lectura del mundo precede
siempre a la lectura de la palabra y la lectura de ésta implica la continuidad
de la lectura de aquél.
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